Atada y sonriendo después de rendirme al placer
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Con una tanga azul que apenas cubría mi piel y mis muñecas esposadas detrás de la espalda, me entregué por completo al juego. Entre gemidos ahogados, nalgadas frente al espejo y la tensión de sus manos forzandome a mantener su pene en mi garganta que me dejó sin aire, resistí hasta que me soltó. Mi respiración entrecortada terminó en una sonrisa traviesa… porque me encanta ser tratada así.